domingo, 15 de abril de 2007

Yo lo llamaría: "una sensible particularidad humana"

Mientras veía la película de Carandiru, logré percibir algo que jamás había sentido, que toda acción del ser humano está relacionada de una u otra forma con el amor.
Sin amor no hay odio, sin odio no hay violencia, sin violencia no hay crimen, sin crimen no hay humanidad.
En todas las religiones se habla de amor, en cada leyenda que se cuenta hay algo que refiere al amor. Crecemos (o se supone), rodeados por amor, debemos aprender a amar a los nuestros, a los otros y a nosotros mismos. Si en algún momento nos sentimos insatisfechos por ese amor, somos capaces de arrebatarlo, de forzarlo, de mentirlo, de cambiarlo o de hacer cualquier otra cosa por conseguirlo, por saciarlo.
Es una fuerza que mueve el pensamiento humano, las artes, las ciencias y las religiones, moneda intangible en una estructura económica inperceptible que domina los mercados de la existencia humana. Sentimiento indefinido que conglomera muchos otros, caldero en donde la pasión se forja.
El amor es el signo de la humanidad, el humo que nos indica que hay un ser que arde dentro de cada uno.
No soy un hombre religioso, nunca lo he sido, no creo demasiado en el “amor” pero por un momento, mientras todo esto se me revelaba llegué a pensar que todo se regía por el amor y saben, no logré contener el llanto.

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