El reloj del presidente

El honorable homínido George Bus, digno representante del país más poderoso del mundo, visitó Albania (recuerden los Simpson, el episodio del intercambio estudiantil) Pues sucede que en esos lares (rumbos), le han robado ni más ni menos el reloj al hombre más influyente de la tierra y se ha vuelto un tema tan controvertido que la casa blanca ha decidido argumentar que no se lo robaron. ¿Pero qué tanta bulla con que se lo hayan robado o no? Pues resulta que no se puede aceptar, desde ningún punto de vista que el hombre que se niega a firmar el protocolo de Kioto (que enumera ciertas regulaciones para controlar el calentamiento global, entre las que se encuentra principalmente el uso de combustibles fósiles (petróleo)), el más belicoso, el más odiado por millones de personas (incluyendo compatriotas (no mexicanos, pues conozco más de 30 casos de mexis que alaban al señor Bus)), estuvo a milésimas de milímetros de un delincuente que burló su opulenta y especializada escolta personal, es decir, si hubiese querido matarlo metiéndole un dedo en el culo lo hubiese logrado. Pero sólo decidió quitarle su reloj, que para un estadounidense empresario (y también para un panista mexicano) es de suma importancia, pues el tiempo es dinero. (y vaya que lo es, imaginen el costo del relojito del tipo ese) Pues el caso es que este delincuente le ha arrebatado a los contribuyentes estado unidenses (gringos pa más rápido) una parte de su riqueza en un abrir y cerrar de ojos. Haciendo quedar a la guardia del presidente gringo y al mismo como unos tontos. “Siempre habrá alguien más hábil”, reza el refrán (seguramente por eso me bajan todas las novias) Y desde luego para los ojos de los asesores de la casa blanca, eso es inaceptable, por ello la versión oficial es que el señor Bus se guardó el reloj en la bolsa. Risa me va a dar cuando mañana Hugo Chávez traiga un reloj nuevo importado de Albania, o quizá hasta nuestro propio presidente, porque dicen que era muy chaparro el ladrón y con tan poca personalidad que nadie lo notó.